Confieso que he vivido Pablo Neruda
La trilla del trigo, de la avena, de la cebada, se hacía aún a yegua. No hay nada más alegre en el mundo que ver girar las yeguas, trotando alrededor de la parva del grano, bajo el grito acucioso de los jinetes. Había un sol espléndido, y el aire era un diamante silvestre que hacía brillar las montañas. La trilla es una fiesta de oro.